Somos lo que Hacemos

¿Somos lo que hacemos, pensamos o comemos? Una reflexión desde el corazón de CuentosCon

Queremos compartir preguntas, reflexiones que nos ayuden a despertar esa chispa interior, tanto en nosotros como en los niños que nos acompañan

En el mundo actual, estamos rodeados de mensajes que intentan definirnos. “Eres lo que comes”, dice la publicidad de alimentos saludables. “Eres lo que haces”, proclaman las campañas de productividad. “Eres lo que piensas”, gritan los libros de autoayuda. Estas frases, a menudo bienintencionadas, simplifican nuestra identidad a elecciones externas y nos invitan a identificarnos con algo tan efímero como una acción o un pensamiento.

Sin embargo, si nos detenemos a reflexionar, ¿qué hay de cierto en estas afirmaciones? Es innegable que lo que comemos afecta nuestra salud, que lo que hacemos moldea nuestras vidas y que lo que pensamos influye en nuestras creencias. Pero reducirnos a una de estas dimensiones es ignorar algo mucho más profundo: la conciencia que nos permite decidir.

Cuando actuamos, pensamos o elegimos por inercia, esa esencia desaparece. Este artículo no busca dar respuestas definitivas, porque nosotros mismos estamos en el camino del descubrimiento. Lo que queremos es compartir preguntas, reflexiones que nos ayuden a despertar esa chispa interior, tanto en nosotros como en los niños que nos acompañan.

La elección detrás de lo que comemos

Es evidente que lo que comemos importa. La alimentación sana es crucial para nuestra salud, pero ¿Quién dirige realmente nuestras decisiones? La industria alimentaria está diseñada para maximizar beneficios, no para cuidar de nosotros. Y aunque muchos hemos aprendido a cuestionar los ultraprocesados, la trampa se extiende incluso a los productos “supuestamente saludables”, que también vienen envueltos en eslóganes atractivos.

El problema no está solo en el «qué» comemos, sino en el «cómo» elegimos.

Cuando un niño elige entre una ensalada y un pastel de chocolate, no está reflexionando profundamente sobre la salud o los valores detrás de esa decisión. Su elección probablemente estará guiada por el impulso, la asociación con la fiesta o el placer del azúcar. Pero si ese mismo niño nunca hubiera probado el azúcar, quizás encontraría la ensalada deliciosa y el pastel extraño.

No somos lo que comemos, somos lo que nos permite elegir lo que comemos. Si tomamos decisiones de forma automática, dejamos eso que somos aparcado, en las manos de quienes se aprovechan de nuestra automatización. Pero si nos detenemos y reflexionamos, si valoramos lo que hay detrás de una elección, ahí estamos ejerciendo aquello que realmente nos define.

El propósito detrás de lo que hacemos

“Eres lo que haces” es una frase inspiradora, pero incompleta. Tus acciones pueden cambiar el mundo, pero no son el reflejo total de quién eres. Si te limitas a actuar sin cuestionar, solo por cumplir o repetir, ¿dónde quedas tú?

Imagina a una niña que pasa sus días construyendo castillos de arena en la playa. Cada vez que una ola destruye su obra, vuelve a empezar. Pero un día, alguien le pregunta: “¿Qué pasa si dejas de construir? ¿Dejarás de ser tú misma?”

La niña reflexiona y responde: “No soy el castillo, ni siquiera la constructora. Soy el deseo que me lleva a crear, la alegría de ver algo hermoso crecer.”

Lo que hacemos importa, pero lo que realmente nos define es el propósito que guía nuestras acciones. Actuar por inercia nos aleja de nosotros mismos. Actuar con intención nos acerca a nuestra esencia.

El observador detrás de los pensamientos

Nuestros pensamientos son como un río que nunca deja de fluir. Algunas ideas son claras y tranquilas; otras, turbias y agitadas. Si dejamos que el río nos arrastre, nos perdemos en él. Pero si nos detenemos en la orilla y observamos cómo fluyen, descubrimos algo esencial: no somos nuestros pensamientos.

La verdadera magia está en ser el observador. Alguien que, desde la orilla, puede decidir qué pensamientos seguir y cuáles dejar pasar. Y más importante aun desde mi punto de vista, saber diferenciar aquellos que nacen en mi montaña, de los otros que son afluentes de otras montañas «influentes». Los afluentes pueden ser genialidades, y su influencia será bien recibida, pero no vienen de mi montaña, y eso ha de quedar claro como el agua. Esto es muy difícil porque el agua de los ríos viene como viene, pero si sabemos filtrarla, separarla del fango y las impurezas , el agua siempre será transparente.

Esa capacidad de observarnos es lo que más define lo que pensamos y lo que somos.

 

Elegir cuentos: más que una decisión trivial

Un cuento que no invita a reflexionar, que no despierta preguntas sobre quién eres o qué valores te mueven, puede convertirse en un «cuento de ensalada o pastel de chocolate»: algo que entretiene en el momento, pero que carece de profundidad.

Y no solo eso, sino que puede llevarte a auto etiquetarte «soy ensalada o soy chocolate».

Es decir, no fomenta la conciencia de lo que eres, sino que te empuja a tomar una posición predefinida. Influir en la mente de un niño de esa manera es muy fácil. Lo verdaderamente difícil, es despertar lo que son, sin decirles lo que deben ser.

Por eso, un cuento que fomenta la curiosidad, el pensamiento consciente y la reflexión abre la puerta a algo mucho más significativo. Invita a los niños a cuestionarse, a observar con atención y a explorar quiénes son más allá de las etiquetas.

Ese tipo de historia se convierte en una herramienta poderosa para acompañarlos en su crecimiento, sembrando en ellos la capacidad de decidir desde la autenticidad y la conciencia.

En CuentosCon, creemos que cada cuento puede ser una pequeña chispa para despertar esa conciencia. Al menos lo intentamos. Nuestros cuentos siempre invitarán a grandes preguntas que surjan en sus los corazones. Porque, al final, no se trata solo de elegir un momento de entretenimiento para la distracción. Es una verdadera ingeniería artesanal tratar de hacer cuentos que desprendan preguntas genuinas en quienes lo leen. Y termino el articulo repitiendo lo de «genuinas».

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